domingo, 29 de noviembre de 2015

Treinta grados.

Tus párpados entornados treinta grados apaciguan
ese verde intenso que colorea tus ojos,
como el verde de los tallos que sujetan 
las corolas de unas rosas.

Cuando me miran, bajo el tenue brillo de tu lámpara de cama,
un susurro, cualquier indómita palabra sonora de tu boca
me hipnotiza, durante horas.

Una caricia, como la cálida mano del aire,
envuelve mi piel en un escalofrío a tempo,
simultáneo, al compás de cada latido
que da vida a mi cuerpo.  

Entre tus brazos, soy reina de un castillo
de impávidos recuerdos y ecos.
Y cómo decirte, que daría mi esencia y
el último aliento de este mundo por poder 
contigo parar el tiempo.