Los corazones puros atraen a aquellos de almas corrompidas. Páginas en blanco, dulce inocencia que no conoce el dolor de un corazón hecho pedazos. Tentación ciega, fúnebre, de los heridos por el dardo envenenado del destino. Ellos suplen el vacío de su sino con el esmero por derrocar los castillos de cristal de las flores ingenuas. Tras la máscara de hiedra, de sonrisas calculadas y miradas traviesas, se oculta un afán perdido y nauseabundo por manchar de tinta un pedazo de papel. Y así un día desaparecer y destruir las nubes de iridiscencia que perfuman la pureza de las náyades.
domingo, 7 de mayo de 2017
viernes, 6 de enero de 2017
Diana
Estoy cansada de ser la niña perfecta que todos quieren que sea.
A fin de cuentas, ellos ni se molestan en escucharme,
y me han convertido en un monstruo hastiado, al que nada le sirve,
ni le complace, pues todo es poco en el juego de la insatisfacción.
Me pregunto si merece la pena la vida.
Tanto sentir. Tanto sufrimiento de su mano.
Tanto dolor corpóreo. Tanto frío y solitaria soledad por dentro.
Esa que está rondando los cero kelvin.
Ese profundo desasosiego que produce la incierta razón de mi existencia.
A fin de cuentas, ellos ni se molestan en escucharme,
y me han convertido en un monstruo hastiado, al que nada le sirve,
ni le complace, pues todo es poco en el juego de la insatisfacción.
Me pregunto si merece la pena la vida.
Tanto sentir. Tanto sufrimiento de su mano.
Tanto dolor corpóreo. Tanto frío y solitaria soledad por dentro.
Esa que está rondando los cero kelvin.
Ese profundo desasosiego que produce la incierta razón de mi existencia.
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