domingo, 29 de noviembre de 2015

Treinta grados.

Tus párpados entornados treinta grados apaciguan
ese verde intenso que colorea tus ojos,
como el verde de los tallos que sujetan 
las corolas de unas rosas.

Cuando me miran, bajo el tenue brillo de tu lámpara de cama,
un susurro, cualquier indómita palabra sonora de tu boca
me hipnotiza, durante horas.

Una caricia, como la cálida mano del aire,
envuelve mi piel en un escalofrío a tempo,
simultáneo, al compás de cada latido
que da vida a mi cuerpo.  

Entre tus brazos, soy reina de un castillo
de impávidos recuerdos y ecos.
Y cómo decirte, que daría mi esencia y
el último aliento de este mundo por poder 
contigo parar el tiempo. 


miércoles, 25 de marzo de 2015

Entre el laberinto de tus brazos.

Solo aquí, entre el laberinto de tus brazos, dejo por un instante de fingir, de ser fuerte. La fortaleza de mi mundo se descompone entre lágrimas que brotan en silencio. Y es que no puedo evitarlo. Pensar en ti, en mí, en la vida. En lo inmutable, en lo eterno, que no existe. Y es que este momento jamás será igual, jamás será reemplazable, repetido. Mi impotencia me resquebraja lentamente. Te abrazo aún más fuerte. 

(Escapemos del tic tac continuo del Reloj Central que poco a poco nos marchita. ¡Hagamos algo y paremos el tiempo!).

Te abrazo lo más fuerte que puedo y aún te noto lejos, mis brazos no abarcan todo lo que puedo sentir y no soy capaz de expresar. Solo sueño con compartir más momentos así. Construir juntos, recuerdo a recuerdo, nuevas historias así de buenas, a tu lado, cada segundo, cada tiempo que la vida nos quiera dar.